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23 de octubre de 2023

EL INTERNET DE LAS DEMOCRACIAS

Por: Valeria Alejandra Barrera Moreno

Para la sociedad es fundamental la construcción de una ciudadanía competente que este comprometida con el ejercicio político y la aplicación de los principios democráticos (Martino, 2018), atendiendo a la visión liberal, representativa y constitucional de la democracia, en donde la titularidad del derecho a la soberanía del Estado radica sobre las personas, quienes se autogobiernan por medio de elecciones deliberativas. 

Durante la primavera árabe se decía que el internet sería el mecanismo que terminaría de afianzar la democracia (Sermeño, 2020) al resultar útil para organizar personas e información. Se creía valioso en socavar regímenes autoritarios (Martínez, 2015), al lograr intensificar los mecanismos para la libre expresión y poder generar con él sociedades más pluralistas. Sin embargo, los beneficios que hicieron el internet ‘revolucionario’ quedan cortos ante el mal empleo del mismo. Se pierde de vista, que es una herramienta que no tiene un fin inherente, sino que depende en que se destine su uso, además de solo fortalecer la cultura comercial que ya se posee (Barber, 2006). Se olvida que, los valores que no se pueden producir sin tecnología, no se crearan, aunque ella exista. 

Las democracias representativas se mantienen en un estado de construcción y aún tienen problemas esenciales por resolver[1]. El internet y las redes sociales no son la herramienta ideal para solucionarlos, por el contrario, los intensifican al este ser “un sistema político del siglo XIX, basado en tecnología del siglo XV, que se utiliza para generar consenso sobre lo público en sociedades del siglo XXI” (Gómez, 2017). No obstante, el internet llegó para quedarse y su alcance va desde la comercialización de datos personales hasta la transformación de relaciones interpersonales.

Para la democracia es necesario contar con un sistema deliberativo, dirigido al respeto por la autonomía moral de cada sujeto, la conciliación de intereses contrapuestos, el pluralismo, la transparencia en la información que circula, la argumentación racional y un control popular. Estos valores resultan ser los más perjudicados dentro de las transformaciones actuales, al desarrollarse en el internet un engranaje de situaciones que tienen la capacidad de poner en jaque a la democracia. Situaciones, que se exponen a continuación.

Gracias a las redes sociales, cada ciudadano es simultáneamente receptor y emisor directo de contenidos políticos sin la intervención de los medios de comunicación (Rico, 2021), lo que fortalece la emisión de noticias falsas, o verdades a medias y sesgadas. Según un estudio de la revista Sciense, las noticias falsas viajan más rápido y llega a más personas que lo que alcanzan las verdaderas (Soroush, 2018). La veracidad de la información no es lo central, sino que predomina la gratuidad y la libertad de expresión (Roa, 2019). 

Cada plataforma responde a lógicas diferentes, pero todas ellas tienden a realzar el contenido que genera mayor número de reacciones por medio de los algoritmos de recomendación, los cuales funcionan enviando contenido personalizado a cada usuario según sus gustos. A esto se le denominó “filtros burbuja”, el segundo de los problemas. Este, explica la constante exposición a puntos de vista afines, provocando la falsa creencia de que el mundo es tal y como cada uno lo observa (Pariser, 2013).  

La mayoría de las personas no se detienen a investigar si la información que consumen es veraz o si el mensaje es tendencioso, lo que contribuye a ser individuos manipulables como producto del sesgo de confirmación[2], tal y como lo explica la teoría de la exposición selectiva[3]. Lo que implica que se elijan discursos que refuercen las creencias o perjuicios existentes, debilitando así la capacidad de deliberación.

Por otro lado, los filtros burbuja, junto con las noticias falsas, posibilitaron la creación de otro fenómeno mucho más potente denominado las “cámaras de eco” (Thi Nguyen, 2019). Estas son ciber-comunidades radicales, establecidas como resultado de la constante exposición al contenido personalizado y tendencioso, donde se crea un enfrentamiento entre el “nosotros” con la “otredad”. Si bien, no todas las comunidades resultan ser perjudiciales, estas, al sesgarse, se transforman en cámaras de eco y crean visiones del mundo muy extremistas, que terminan desconfiando profundamente de la institucionalidad o de la ciencia[4]. De ahí que, han surgido grupos como Q-anon[5], los negacionistas del cambio climático, los terraplanistas, entre otros. 

Sin embargo, el verdadero trasfondo está en el tratamiento de datos que grandes corporaciones tecnológicas utilizan. Al inicio, la expectativa era que internet fuera gratuito, para ello las compañías se financiaban con anuncios, situación que generó la necesidad que las personas pasaran más tiempo en las plataformas. Para este fin, usaron el análisis de las grandes cantidades de datos personales que se van almacenando por la creencia generalizada del uso gratuito de la red (Bilinkis, 2019), pero que en realidad es un uso que se paga con la cesión de los datos comportamentales que son usufructuados por los dueños de las plataformas para alimentar sus algoritmos.

Los algoritmos son códigos de programa encargados de guiar el funcionamiento de cada una de las redes sociales. Están diseñados para hackear la atención de las personas y mantenerlas enganchadas. Para lograrlo, utilizan dichos datos comportamentales que permiten interceptar los caracteres más íntimos de la psiquis de la persona (Golbeck, 2011) y con ellos se crean estrategias que apelan a nuestras emociones generando un efecto adictivo al uso de las plataformas[6].

El análisis de los datos comportamentales incrementa la eficacia de las estrategias comerciales de los negocios globales[7]. La privacidad del individuo se convierte en un activo emergente, en un campo que confluyen intereses sobre el manejo y la regulación de los datos personales en pro del mercado comportamental (Ríos, 2020). Es un fenómeno tan reciente, que la existencia y uso, deviene de la ciencia de la computación, el big data y el desarrollo de las neurociencias. 

Las problemáticas aquí expuestas, crean las condiciones necesarias para la polarización política, ya que se limitan las posibilidades de consensos. A su vez, los ciudadanos participan más activamente en las decisiones sobre la moral social y pueden llegar a afectar el futuro de los grupos minoritarios al reanimarse, en ocasiones, los discursos de odio (Paredes y otros, 2021). Es decir, se deteriora la formación de un electorado cualificado, junto con la posibilidad de crear diálogos democráticos. 

Un ejemplo icónico es el caso relacionado con la violación de privacidad que involucra a la red social y compañía Facebook para ese entonces, junto con la consultoría en política Cambridge Analytica. Ambas corporaciones fueron sancionadas por La Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos, al utilizar tácticas engañosas para recopilar información personal de decenas de millones de usuarios de Facebook y lograr alterar el panorama electoral. Cambridge Analytica pedía a los usuarios que respondieran preguntas sobre su personalidad, por medio de una aplicación vinculada a Facebook y, recopilaba información de los “me gusta” en los perfiles públicos de la red social y de sus amigos (The Federal Trade Commission of United States of America, 2019). 

La información se utilizó en contra del consentimiento de los usuarios, con el propósito de entrenar un algoritmo que generaba puntuaciones de personalidad y relacionarlos con los registros electorales de Estados Unidos. Así lograron perfilar votantes a los que se les dirigía contenidos de noticias falsas, “memes” y mecanismos similares, en favor de la campaña política de Donald Trump. El contenido estaba planificado para exacerbar temores y lograr capturar a los votantes insatisfechos con el gobierno de turno, haciéndoles creer que si votaban por él le devolverían al país la grandeza anterior a la crisis (Osuna, 2018). Situación que terminó cultivando votantes radicales, quienes asaltaron el Capitolio de los Estados Unidos cuando Trump no fue reelegido por segunda vez.[8]

Tras la investigación salió a la luz que la consultoría fue contratada en más de cien países para influir exitosamente en las elecciones. Algunos de los gobiernos involucrados incluyen a: Italia, Colombia, Ucrania, Brasil, India, Tailandia, África del Sur, México, entre otros (Ríos, 2020). Situación similar ocurrió en consultas populares que no estuvieron relacionadas con la consultoría pero que tuvieron una estrategia similar. Entre ellas, el fenómeno del Brexit en Inglaterra o la campaña por el “No a la paz” en Colombia.

A pesar de ello, se han implementado medidas como crear otras plataformas que intentan hacerle frente a los problemas de las noticias falsas y a los filtros burbuja[9]. Así mismo, diferentes países y organizaciones internacionales crearon normas sobre el tratamiento de datos personales y han empezado a implementar regulaciones más especializadas dentro de la industria tecnológica. Iniciativas que hasta el momento no son suficientes para surtir un real efecto ante el poder de estas grandes corporaciones. 

En resumen, El internet nos induce a comportarnos bajo nuestros impulsos sentimentales y no racionales. No establecer un equilibro en estas dos formas de incentivar las decisiones, tarde o temprano, nos convertirá en personas manipulables y en sociedades sin bases democráticas sólidas. Por ello, se necesita que cada persona asuma conciencia de los riesgos que corren al navegar en la web y se emprendan acciones que rompan con el algoritmo. Tal como, ser riguroso y exigente con lo que se consume, junto con, el fortalecimiento de las políticas públicas preventivas de los riesgos de la tecnología. 

El problema en si no es el internet, al fin y al cabo, es una herramienta al servicio de la humanidad. Las redes sociales son un simple abrebocas, porque la industria no se queda ahí, cada día se potencia más su desarrollo. El progreso de la neurociencia impulsa la creación de nuevos productos que trasforman las sociedades. Antes las ideas que se difundían en redes sociales eran creadas por personas, ahora, se da tránsito a una era en la que las ideas serán creadas por IA`s y difundidas por bots o maquinas.


[1] El poder aun lo siguen ostentando las élites y los que no pertenezca al círculo, no pueda llegar a gobernar; hay desconexión total entre gobernantes y gobernados; el grado de aceptación o de confiabilidad de los órganos de representación entre los ciudadanos esta deteriorado, hay una crisis de representación y, el resurgimiento de gobiernos populistas, entre otros. 

[2] El sesgo de confirmación es un sesgo cognitivo que nos lleva a buscar y aceptar información que respalda nuestras creencias preexistentes, mientras que tendemos a ignorar o descartar información que las contradice. Se basa en la necesidad humana de coherencia cognitiva, es decir, mantener nuestras creencias, actitudes y opiniones en armonía entre sí. Cuando nos exponemos a información que contradice nuestras creencias, experimentamos una sensación de disonancia cognitiva, que es una experiencia desagradable. Para evitar esta disonancia, tendemos a buscar información que apoye nuestras creencias y a evitar información que las contradiga.

[3] Explica la tendencia de las personas a buscar, atender y recordar información que concuerda con sus creencias y actitudes, y a evitar información que las contradiga. Esta tendencia se puede observar en diversos contextos, como en la manera en que las personas filtran la información que reciben a través de sus sentidos.

[4] No se puede perder de vista que existe cierta lógica en ello. En la sociedad de la especialización, a las personas solo les queda la confianza en el sistema, pero está se puede quebrantar muy fácil cuando hay serios problemas de transparencia en él.

[5] Movimiento que se encargaba de difundir la teoría conspirativa “Pizzagate”. La cual afirma que existe una red de pedofilia y tráfico de niños vinculada al partido demócrata en Estados Unidos y algunas celebridades de Hollywood. Basada en la interpretación de los correos electrónicos filtrados por WikiLeaks en 2016. 

[6] Si las neurociencias han suministrado nuevas herramientas de análisis, la polarización política y la influencia de las nuevas tecnologías de la información, en conjunción con una cultura cada vez más audiovisual y menos escrita, han devuelto a las emociones un papel prominente en la articulación de la opinión pública.

[7] Fenómeno que la catedrática de Harvard Shoshana Zuboff ha determinado como la era del capitalismo de vigilancia y control.

[8] Acontecimiento que ocurrió el 6 de enero de 2021, cuando partidos a fines con el movimiento alrededor de la figura de Donald Trump, interrumpieron una sesión conjunta del poder legislativo.

[9] Plataformas como Chequeado, UYCheck, ColombiaCheck, El Politígrafo, First Draft, Storyful o Eyewitness Media Hub que se encargan de filtrar las noticias o información que circula en redes sociales para determinar su veracidad; también esta PolitEcho que puede informar sobre los sesgos políticos que un perfil pueda tener; o FlipFeed que permite reemplazar el feed de Twitter con el de un usuario anónimo que no piensa de la misma manera.

BIBLIOGRAFIA

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